Al principio estaba Astrub, siempre en la vanguardia en materia de innovación, y años más tarde las otras cuatro grandes naciones le siguieron los pasos: más bonitas, más modernas, Amakna, Bonta, Sufokia y Brakmar son un cambio de imagen que invita a vivir nuevas aventuras. Pero ¿por qué este ordenamiento del territorio?
El pequeño flotador violeta se mecía sobre el agua del lago. Ataviado con un sombrero de paja, los pies cruzados sobre el borde de la barca, Chairman notó que algo había mordido el anzuelo. Escrutó a su hijo para ver si estaba atento a su sedal, pero Ching miraba fijamente ante sí, perdido en sus pensamientos. La boya se sumergió una primera vez. Ninguna reacción. Después, una segunda… El joven osamodas no se inmutó; sujetaba la caña con una mano y todo el peso de la cabeza con la otra. Fue entonces cuando la boya salió pitando.
—¡Han picado! —gritó Chairman sorprendiendo a Ching, que reaccionó en el acto y levantó instintivamente la caña.
El hilo de nailon se disparó hacia el cielo salpicando de gotitas la pequeña embarcación. Cuando aterrizó, se vio que el anzuelo no tenía cebo.
—¿Se te ha escapado?
—Sí, papá…
—Yo lo he visto irse, pero estabas en las nubes. ¿Dónde tenías la cabeza, hijo?
—Nada… Es mi compañero, Jacquou. Me ha dicho que estaba decidido, que después de las vacaciones de verano iba a unirse a una nación.
—Ah… ¿Y cuál ha escogido?
—Sufokia.
—¡Excelente elección!
—Papá, ¿tú nunca has pensado en unirte a una nación? —le preguntó Ching mientras abría un bote lleno de serrín y de gusanos—. Podríamos ir también. Mamá vendería nuestro pescado en los muelles…
—Para eso tendríamos que volver a casa con pescado —bromeó Chairman antes de ponerse serio de nuevo—. A ver, a mí es que me gusta sentirme bien allá donde vaya. A mí me gusta vivir en el campo e ir a las grandes ciudades cuando me lo pide el corazón, sin dedicarles un fervor ciego.
Me gustan las llanuras de Amakna y sus campos de trigo, la belleza de Bonta y sus bosques, el estadio de Brakmar… Ah… ¡y las playas de Sufokia! Tengo muchos recuerdos con tu madre, solos en la arena con los pies en el agua…
—Vale, papá, ya me lo has contado. La última vez tuve que saltar por la borda y volver a nado para no oírte…
Chairman Fifi despeinó cariñosamente la cabeza de su hijo, que volvió a lanzar la caña.
—Papá, según dicen, ahora son más bonitas que antes. Jacquou me ha dicho que ha visitado todas las capitales con su familia. Los ataques de Ogrest son fatales: allá donde ha ido le han explicado que los combates de los aventureros contra el ogro eran tan feroces que causaban la caída de piedras del monte Zinit, temblores de tierra y tempestades…
—¡Vaya! Menuda envidia, ¿no? —ironizó Chairman.
—¡Déjame acabar! Todas estas catástrofes han tenido efectos beneficiosos en todas las grandes ciudades: se han desarrollado más, han reconstruido las ruinas con las piedras caídas del cielo, han reforzado las zonas más débiles para resistir estos embates de «la naturaleza»…
—¿No será un agente inmobiliario tu compañero, por casualidad?
—Venga, papá, ¡prométeme que pensarás sobre ello!
—Tú solo quieres ir con tu amigo, no es más que eso…
—Sí, es verdad, pero una nación también es eso: ¡viejos y nuevos amigos con los que estar! Por cierto, ¿tú no tenías un compañero que se fue a una nación y al que nunca más volviste a ver?
—Bowbody… Tenía más o menos tu edad cuando se fue a Amakna. Entonces yo me hice un hatillo y me escondí en la carreta de sus padr…
Chairman se dio cuenta de que le estaba dando una mala idea a su hijo. Sin embargo, Ching, astuto, lo había entendido y sonreía de tapadillo.
—Papá…
—¿Sí?…
—Has pescado algo.
—¡Por Oktapodas!
El padre enganchó el pischis mientras el hijo sacaba la red. La caña se dobló bajo el peso de la presa, que se debatía y hacía girar a la barca. Después de unos minutos, Chairman logró levantar la caña lo suficiente como para examinar la bestia. Aquel día, los Fifi dieron con una de las mejores piezas de su vida. Se dice que ahí fue donde todo comenzó y donde tuvieron la idea de montar un negocio con la familia de Jacquou en Sufokia: Chairman y Ching iban con regularidad a entregarles pescado de agua dulce y regresaban con un cargamento procedente del mar Rano. Pronto se les ocurrió comerciar con el producto de su pesca en todas las naciones para descubrir con sus propios ojos las nuevas maravillas de Bonta, Brakmar, Sufokia y Amakna.