«¡No, así no! ¡No se parece a Ogrest! ¡Necesito un modelo!». Furiosa, la steamer hizo una bola con su boceto y lo tiró a la papelera, la cual ya estaba bastante llena. Es que, en su época y en esas latitudes, ella no disponía, como nosotros, de la tienda en línea Ankama Shop: en ella habría encontrado el nuevo paquete Ogrest, ¡disponible desde hoy!

¿De qué le habría servido este paquete si hubiera existido en WAKFU y no en la «vida real»? Esa es la pregunta que nos hacemos. Pues básicamente, con una bolsa, un peluche y varios pósteres, todo con la temática de Ogrest, habría tenido el modelo que necesitaba para llevar a cabo su trabajo…
Pero empecemos por el principio.
La steamer
La carrera de Mari Shell, ingeniera de alto nivel, no era como ella había imaginado. Hay que decir que su deseo de crear un ser vivo a partir de materia inanimada había provocado un escándalo en su intento por acceder a la Universidad Inmaterial de Bonta, conocida como UIB. ¡Esos hipermagos cretinos! Sentía como una rabia terrible se apoderaba de ella cada vez que pensaba en esos supuestos sabios, tan cerrados como dogmáticos. Sobre todo, en ese bibliotecario vetusto parecido a Moon que la había recibido con condescendencia. Se había burlado completamente de ella. Incluso había puesto en tela de juicio su rigor científico, cuando él mismo defendía por entonces la teoría (desmentida más tarde) de que el Mundo de los Doce era un disco sostenido por cuatro pestruces subidas al lomo de un jalató gigante que nadaba por el Krosmoz. ¡La verdad era que esos machistas cuadriculados no querían a una steamer entre ellos! No había más.
Escasa de medios, Mari había decidido abandonar sus investigaciones y dedicarse a viajar para superar la decepción. Durante una estancia en la isla de los Wabbits, un curioso animal atrajo su atención. Descubrió que se trataba de un wobot y, sin saber exactamente por qué, estuvo horas y días observándolo. Hizo algunos bocetos de él, y hasta creó una pequeña maqueta que representaba al pequeño bípedo.
Cuando regresó, una nueva idea le rondaba la cabeza: no crearía un ser vivo, sino una máquina animada. Y, ya que sus «compañeros» la consideraban poco menos que un monstruo, ¡tomaría a Ogrest como modelo! No obstante, aún tenía que perfeccionar su apariencia. Sabía de sobra dónde encontrar la documentación necesaria, en especial una edición ilustrada de Viaje a los confines del Zinit. Después, con su obra terminada, solo le quedaría vender su idea. Sabía a quién dirigirse: había seguido en contacto con un zurcarák de la UIB, al que también habían negado el acceso con la excusa de que solo pensaba en jugar.
***
El zurcarák
Mari se detuvo delante de una imponente fachada de ladrillos de tierra de brizlón. Una placa en madera de kokotero fijada cerca de la puerta y con la inscripción «Zurca Games» le confirmó que había llegado a su destino.
Tomó un pasillo que llevaba a varias habitaciones. Por todos lados se veía a los zurcaráks atareados. Unos estaban solos, concentrados en su obra; otros formaban pequeños grupos animados. Sobre las mesas, se amontonaban los botes de Patuntuosa y los frascos de enewgía negwa, indispensables para estimular la creatividad de aquellos jugadores empedernidos.
Solo dos anutrofs, que iban con los brazos cargados de documentos repletos de cifras, desentonaban en aquel ambiente lúdico aunque trabajador.
Acostumbrada al lugar, Mari no prestó atención a los fragmentos de oraciones que llegaban a sus oídos:
—Imposible, tengo una reun…
—¡… no podrá estar listo para la Bonta Games Week!
—Te lo digo azaap… (¿¡a zaap!?)
—¡Tu personaje es genial!
Mari por fin vio a quien buscaba, encaramado a una extraña máquina compuesta por una plancha tendida entre dos pequeñas ruedas de la que se elevaba perpendicularmente una barra metálica terminada en dos mangos.
—Hola, Mari. ¿Qué te trae por aquí? Vamos a mi despacho.
Guiada por el imponente zurca de cabello rojo, la steamer entró en una pequeña habitación, asustando a un puñado de cucarachas y de araknas que se pusieron a correr en todas direcciones. El zurcarák rio a carcajadas al ver la expresión de asco de Mari.
—Hagamos lo que hagamos, no hay forma de deshacerse para siempre de esos bichos —señaló él—. Pero he encargado a todo un equipo que se ocupe de ellos, ¡ya mismo serán historia! ¿Te apetece una toroquila?
—No, vayamos al grano.
—Bueno, ¿qué es lo que quieres proponerme esta vez? ¿Un juego de carreras de dragokarts? ¿Jálabol de mesa? ¿Un Krosmoz battle royale? ¿Un chiquillo en busca de sus orígenes? ¿Un zurcarák que colecciona objetos mágicos? ¿Una mazmorra llena de dragones? ¡Todo eso ya está visto y hecho!
—¡Mucho mejor, amigo mío, mucho mejor! —aseguró Mari con una sonrisa fugaz.
Expuso los planos y los dibujos, y colocó la maqueta del wobot.
—Con ayuda de tus cerebritos, podrás hacer algo con esto.
—Mmmm… Mmmm…
Con aire dubitativo, el zurcarák estudió los bocetos.
—¿Qué es todo esto? Parece una máquina que se parece a Ogrest. ¿Pero para qué querrías algo así?
El zurcarák, sumido en una profunda reflexión, levantó la vista y su mirada se detuvo en la reproducción del wobot. Sus ojos iban de los bocetos a la maqueta y de la maqueta a los bocetos.
—Piensa a lo grande, amigo. Piensa a lo grande.
El zurcarák miró fijamente a Mari un segundo, y golpeó la mesa con el puño.
—¡Por todos los fab'huritus, pues claro! Una estructura a imagen de Ogrest, lo suficientemente grande para que alguien pueda caber en ella. Habrá que fabricar riendas para guiarlo… Lo tenemos, Mari, lo tenemos. ¡Nunca antes se había visto algo así en el Mundo de los Doce!

Ogrest
Lo que sí podemos ver seguro, y desde hoy, es el paquete Ogrest, ¡que acaba de llegar a Ankama Shop! El paquete incluye lo siguiente:
- peluche de Ogrest
- bolsa de Ogrest
- seis pósteres del Krosmoz por Mig (autor del manga de Ogrest).
¡Y un paquete de coleccionista!
La versión de coleccionista, de la que solo se han editado 24 ejemplares, incluye también una dedicatoria de Mig en formato A6. ¡No te lo pienses dos veces!
Dirección Ankama Shop