Eran las dos de la tarde escasas cuando una anciana en pleno ataque de pánico entró en las oficinas de la milicia de Sufokia con lágrimas en los ojos. Avanzó con paso titubeante y se detuvo frente al escritorio más cercano a la entrada.

—¿Podría ayudarme alguien, por favor? ¡Me han robado!— dijo con la voz temblorosa.
El joven miliciano que se encontraba detrás del escritorio asintió y se puso en pie. Tomó a la anciana del brazo y la acompañó hasta una silla para que se sentase.
—Buenos días, señora. Tranquila, cálmese y explíqueme todo. Voy a tomar nota de su declaración.
—Gra...gracias, joven— balbuceó la anciana sentándose. Me llamo señorita Warple y vivo en la costa junto a la vía de la Pólvora...
La señorita Warple paró un momento para secarse las lágrimas y levantó los ojos al cielo como para hacer memoria de lo ocurrido.
—Esta noche, me he despertado... y me he dado cuenta de que mi miaumiau Minina no estaba... ¡Y eso no es normal, créame! Minina y yo siempre dormimos juntas. Es una miaumiau muy buena, sabe. Hasta sabe dar la patita...
—Sí, no lo dudo, señora— le cortó el joven miliciano sentado frente a ella.— ¿Pero podría decirme qué pasó después?
La señorita Warple abrió mucho los ojos. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Pero se recobró y continuó.
—Bueno, como le decía, Minina había desaparecido. De pronto, oí ruidos en la cocina, ¡un gruñido!— relató haciendo grandes ademanes con las manos.— Fui corriendo y allí me encontré a Minina sobre la mesa. Tenía el lomo arqueado y miraba fijamente hacia un rincón de la habitación maullando con todas sus fuerzas. ¡Eso es muy raro, sabe! Minina es una miaumiau tan tranquila... Así que avancé un poco ¡y no se va a creer lo que vi!
—¿El qué, señora?— la apremió el miliciano, que estaba transcribiendo el relato de la anciana.
La señorita Warple se movió hace el borde de la silla y se inclinó suavemente, como para murmurarle al joven al oído...
—¡Era una silueta negra enorme! Un hombre, joven sin duda, porque no tenía todavía la espalda partida como la gente de mi edad, entiende. Tenía el rostro cubierto y una gran capa, y en la mano sostenía el viejo cuchillo fab'huritu de mi difunto marido... Yo solté un grito y me tropecé con Minina. Me caí hacia atrás ¡y entonces el hombre aprovechó para escabullirse por la ventana! ¡Me da miedo volver a casa! ¿Y si vuelve?
El joven guardia paró de escribir, con la pluma suspendida. Se echó hacia atrás y llamó a su jefe.
—¡Jefe! ¡Jefe! Otra vez, jefe. Ha robado otro fab'huritu.
Un hombre alto apareció junto al joven miliciano, con una mano hundida en la barba y aire pensativo.
—Este asunto empieza a tener un poco demasiado alcance— farfulló.
—¿Lo conocen?— preguntó la anciana.
—Ya lo creo que sí, señora, lo conocemos muy bien...
Concurso
¡Ahora te toca a ti estrujarte el cerebro! ¿Crees que has adivinado de quién se trata? ¡Dínoslo en los comentarios!
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