Por muy sorprendente que parezca, Ogrest no siempre fue el gigante irascible que los doceros conocen. Igual que todos, el ogro empezó siendo un pequeño ser frágil e inocente. Una criatura un pelín torpe, sí, pero con un corazón grande como el Krosmoz. Vamos a repasar juntos la historia de este «monstruo» a su pesar...


Ogrest es a la alquimia lo que los copos de maíz al mundo del desayuno. ¡Un error humano que dio lugar a una auténtica maravilla! Al menos, así es como lo vio y lo sigue viendo su creador: Otomai, el mayor alquimista del Mundo de los Doce.
Fue en su laboratorio, encaramado en la copa del árbol Hakam en pleno pueblo de la Canopea, donde Ogrest vino al mundo. Equivocarse de frasco, dejar caer un tubo sin querer o confundirse con los pinceles en las mezclas, ¡son cosas que también les pasan a los mejores! Y así es como nació Ogrest, criatura hecha de músculos y de, eh... más músculos. Hay que decir que tener ogrina, una sustancia ultraconcentrada de Wakfu, corriendo por las venas... ¡no es algo que se vea todos los días!
Otomai no tardaría en darse cuenta de que el pequeño ogro no hacía las cosas a medias. No solamente tenía un estómago dimensional que le confería un hambre insaciable, sino que, encima, ¡la más minúscula de sus lágrimas podía provocar por sí sola un gigantesco maremoto! Dos particularidades que requerían una atención y vigilancia constantes por parte de su «papá»...
La bella y la bestia


A pesar de todo el amor que le brindaban Otomai y sus ayudantes Stone y Pedrina, los días eran largos y la soledad empezaba a invadir la vida del pequeñín. Hasta que un día, Stone le presentó a Dathura, una muñeca sumergida en un profundo sueño desde que su corazón, hecho también de ogrina, se había roto.
A Ogrest le bastaron unos pocos segundos para enamorarse perdidamente de la muñeca. Tras desaciertos y desventuras, gracias a los poderes extraordinarios de sus lágrimas, el ogro consiguió por fin hacer que el corazón de su amada latiera de nuevo.



Empezó así un idilio perfecto, por no decir divino. Bajo su mole de bíceps y carne, Ogrest ocultaba el corazón de un auténtico romántico. Pero la muñeca quería más, y adoptar forma humana se había convertido en su prioridad. Ella lo sabía: Ogrest estaba dispuesto a todo por hacer feliz a su enamorada. Acostumbrado a actuar en desmedida, se le metió entre ceja y ceja lograr lo imposible: reunir los seis valiosos dofus primordiales para que Dathura cumpliera su más ansiado deseo. Pero la ogrina que corría por sus venas y los formidables poderes de los huevos de dragón no combinaron bien. ¡Hasta tal punto que los mismísimos doce dioses quedaron desconcertados y no fueron capaces de controlar a la «bestia»!
Con sus mejores intenciones, Ogrest acabó logrando lo peor: asustar tanto a Dathura que esta desapareció en los abismos del tiempo...
From Love, Chaos
Las historias de amor, por lo general, acaban mal. ¡Y no serán los doceros los que lo nieguen! Desesperado de dolor, el ogro se refugió en la cumbre más alta del Mundo de los Doce: el Monte Zinit. Allí, a salvo de las miradas, dejó correr sus lágrimas sin control, más y más, y en solo unos minutos, ¡el Mundo de los Doce se convirtió en una piscina gigante!



Aquello fue una verdadera tromba de agua que puso en jaque el ecosistema del mundo, y muchos aventureros perdieron la vida. Los pocos supervivientes, en su mayoría, quedaron traumatizados para siempre. Pero entre ellos, a algunos les quedaba suficiente saña para emprender, a su vez, lo impensable: ¡darle una buena lección a ese llorica manteles!
